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Fines de semana de 5 días

La ley de Parkinson nos dice que “el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine”. En una burocracia, esto es motivado por dos factores:

1. Un oficial quiere multiplicar sus subordinados, no rivales y
2. Los oficiales se crean trabajo unos a otros.

Este enunciado se trata de una «ley antinatural» como la ley de Murphy y el principio de Peter, son observaciones, no leyes reales de la naturaleza. La ley de Parkinson es apenas científica pero es real como la vida misma. Si te dan 5 días para hacer cualquier trabajo, tardas exactamente en hacerlo 5 días. Por eso, nos toca trabajar 5 días a la semana. Si nos diesen un día menos, posiblemente fuésemos igual de productivos ya que acabaríamos todo en 4 días.

Tener tiempo libre extra podría tener amplios beneficios para la sociedad y para la salud, ya que la gente no utiliza muchas de sus horas fuera del trabajo para relajarse, si no que tienen que realizar primero sus tareas personales. De hecho, se destina muy poco tiempo al ocio, a aquellas actividades que proporcionan placer directo. En EEUU hay un movimiento interesante llamado “los amigos del fin de semana de cinco días“, que pretende tomar conciencia del problema, como bien comentan “la gente ha olvidado que el trabajo no es su vida. Han olvidado lo que son sus vidas“.

Este tipo de mentalidad pasa factura. Un estudio de 2000 de la Universidad de Pittsburgh y la Universidad Estatal de Nueva York, descubrió que, entre los hombres de mediana edad con riesgo de enfermedades coronarias, menos tiempo de vacaciones implica una mayor posibilidad de fallecimiento.

¿Por qué seguimos con la tiranía de los 5 días laborables?

Al economista John Maynard Keynes se le atribuye, junto con Adam Smith y algunos otros selectos, el descubrimiento de la economía moderna. Keynes proporcionó los fundamentos de la macroeconomía, el estudio de economías en su conjunto, incluyendo los tipos de interés, el empleo, los presupuestos y muchos otros factores. Keynes revolucionó la economía y fue muy aplaudido y citado su ensayo pronunciado en Madrid de 1930, Economic Possibilities for our Grandchildren (Posibilidades económicas para nuestros nietos)

En “Las posibilidades económicas”, Keynes vaticina que en 2030, las sociedades desarrolladas serán lo suficientemente ricas para que el tiempo libre, y no el trabajo, caractericen los estilos de vida nacionales. Utiliza un presupuesto realista para el crecimiento, un 2%, y señalaba que con ese crecimiento el «capital circulante» en el mundo aumentaría siete veces y media. Con un mundo tan rico como este, decía, «haríamos más cosas para nosotros mismos de lo habitual con la riqueza de hoy, solo demasiado contentos de tener pequeñas obligaciones, tareas y rutinas»

Aunque Keynes tenía razón en su previsión de crecimiento de la riqueza del mundo, perdió el punto con su predicción del tiempo libre. Con menos de 20 años a la previsión de 100 de Keynes, los economistas de hoy se preguntan por qué no tenemos la vida de tiempo libre que previó Keynes.

El error de Keynes es que subestimó el valor de las necesidades relativas. En contraposición a las necesidades básicas (como la comida y la sanidad), las necesidades relativas son bienes y servicios que la gente no necesita, pero quiere, y con frecuencia por la rivalidad con otros (la auto-realización que decía Maslow). Esto podría ser la razón por la que, aunque no nos guste reconocerlo, necesitamos un coche o una casa más grande que la del vecino o una televisión con más dimensiones que la de tu primo.

Sin embargo, las necesidades relativas no tienen que ser tan frívolas, por ejemplo, la aspiración a una casa en un mejor barrio puede basarse en la búsqueda de un mejor colegio para tus hijos o la compra de una corbata nueva puede realizarse para una entrevista de trabajo. Aunque no son necesarias para sobrevivir, ambas compras pueden ayudar a la gente a avanzar en la sociedad.

Probablemente Keynes sobreestimó el deseo humano de tiempo libre. Los economistas normalmente creen que el trabajo y la gestión alcanzaron un “acuerdo” óptimo con el establecimiento de la semana de cinco días de trabajo y ocho horas de trabajo al día. Esto podría explicar ciertamente el aburrimiento que a veces aparece acompañado de un largo descanso del trabajo. Esto es duro leerlo un Miércoles, pero así es para muchos. ¿A cuánta gente conocéis que no puede vivir sin el trabajo? ¿Cuántos son los que no saben que harán con su vida una vez se jubilen?

Por otro lado, la cultura moderna del trabajo está orientada a fomentar que se pase más tiempo en el trabajo. El trabajo duro puede conducir a ascensos, lo que implica más dinero. Esto, por su parte, se inspira para competir unos con otros, incluso después de que hayan salido de la oficina. En el caso de España todavía se piensa que el que sale más tarde de la oficina es porque trabaja más y el que sale a su hora es un vago.

Teoría económica y el fin de semana de cinco días

Si de repente, mañana el gobierno estableciera por ley el fin de semana de cinco días, ¿qué efectos tendría sobre la economía y la sociedad?. Posiblemente tendríamos algún problema.

Para empezar, como es obvio, las empresas no pagarían a sus empleados los mismos salarios por dos días de trabajo, por muy competitivos que fuésemos. La gente simplemente no podría meter cinco días de trabajo en dos, vale que perdemos mucho tiempo en la oficina, pero me temo que no tanto. La única opción sería que los dos días que trabajásemos fuesen con jornadas de 20 horas.

Por tanto, un fin de semana de cinco días representaría el descenso de los salarios de aproximadamente dos quintas partes de lo que son conforme a la estructura actual (algo menos si trabajásemos más horas). Esto no tiene por qué ser del todo malo. Basta con gastar menos, esto al principio sería un absoluto caos, muchos no pueden gastar menos, pero los mercados finalmente se ajustaría a lo que los ciudadanos ganasen. Los precios de la vivienda caerían muy significativamente en proporción al descenso de los salarios, el tamaño de las nuevas viviendas también bajarían y por ejemplo, los coches reducirían sus cilindradas ya que no habría demanda para coches potentes.

Las necesidades relativas descenderían en proporción a la semana de trabajo. En otras palabras, la gente seguiría compitiendo con los demás por el estatus económico y social, pero sus esfuerzos serían mayores en la escala de una semana de dos días de trabajo. Gastaríamos lo mismo en comida, iríamos a las bodas vestidos de Zara y tu Ford Focus sería la envidia del vecindario.

Evidentemente, un fin de semana de 5 días es un caso extremo y nos puede servir como ejercicio teórico. ¿Y por qué no uno de 3? ¿En qué momento nuestras necesidades relativas han monopolizado nuestra modo de vida? ¿No será que en vez de una crisis financiera estamos pasando por una de valores?

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